LECTURAS
- Sab 9, 13-18. ¿Quién se imaginará lo que el Señor quiere?- Sal 89. R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en genera ción.
- Flm 9b-10. 12-17. Recóbralo, no como esclavo, sino como un hermano querido.
- Lc 14, 25-33. Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.
Para renunciar a algo tiene uno que contar con otro bien que valora mucho más que aquello de lo que se desprende. Es cuestión de escala de valores, de saber cuáles son nuestros verdaderos "bienes raíces", aquellos que nos sostienen y valen más que todo lo que se puede contabilizar con un precio monetario, fiscal o catastral. Jesús ha renunciado a todo porque ha encontrado el bien sobre todo bien que sobrepuja en valor moral, afectivo y espiritual a todas las riquezas y posesiones. En cualquier caso, junto a la renuncia, la propuesta del Evangelio para que encontremos los bienes imprecederos, debiera darle a lo que poseemos su justo sentido, que incluye tanto no depender de lo que tenemos como considerar lo que la Doctrina Social de la Iglesia llama "el destino universal de la riqueza", por el cual, nada debería impedirnos contribuir con nuestra solidaridad a recomponer y paliar los destrozos causados por la pobreza, la avaricia y las diversas formas de explotación económica, social y política.
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