domingo, 27 de abril de 2025

DOMINGO 4 DE MAYO: III DE PASCUA (CICLO C)

 
El sábado 3 de mayo, a las 11h. en la catedral de Albacete será ordenado obispo don Ángel Román Idígoras y dará comienzo a su episcopado en esta diócesis que, precisamente este año, celebra su 75 aniversario. Ambos acontecimientos los vivimos con la esperanza a la que nos convoca y envía el Jubileo de la Iglesia universal con motivo del 1700 aniversario del concilio de Nicea. Aniversarios y comienzos, gratitud y esperanza, ¿qué mejor forma de decirle con Pedro al Resucitado: "Tú Señor lo conoces todo, sabes que te queremos"?

LECTURAS

  • Hch 5, 27b-32. 40b-41. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo.
  • Sal 29. R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
  • Ap 5, 11-14. Digno es el Cordero degollado de recibir el poder y la riqueza.
  • Jn 21, 1-19. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

Esta reivindicación de Pedro tras sus negaciones de Jesús sólo la tiene el evangelio de Juan. Sí, el evangelio que da primacía al discípulo amado, trae en su segunda conclusión esta emotiva y justa segunda oportunidad de que Pedro revalide su fidelidad al Señor. Ya en el capítulo 20 también deja claro que, aunque Juan corra más y llegue antes al sepulcro y crea sin ver, espera a Pedro y entra en el sepulcro detrás de él. También es cierto que este alegato en favor de la comunión y la obediencia a los que la representan, los obispos, no suprime ni ignora la diversidad que consituye a la Iglesia, pues también el pasaje deja clara su preferencia afectiva por el discípulo que reconoce a Jesús antes que Pedro ("Es el Señor") y que está llamado a tener su destino particular. La comunión no exige que todos veamos las cosas, pensemos y actuemos igual, si así fuera, ya no sería comunión, sino simple uniformidad. Hay comunión cuando existen diferentes criterios y análisis, pero estamos unidos en lo esencial, la fe y la caridad.

Pero, por encima de precedencias y reconocimientos, que tienen un gran valor eclesial para reforzar en Pedro la unidad de las comunidades del discípulo amado con el resto de la Iglesia, este evangelio pascual de las apariciones en Galilea, en la tierra de la misión, de la llamada, de la vocación, también supone una sugerente reflexión sobre el seguimiento de Jesús. Porque más allá de que vivamos nuestra fe en Jesucristo como laicos o ministros ordenados; como presbíteros, diáconos u obispos; o en la vida consagrada, todos los bautizados, como Pedro, tenemos la necesidad de renovar una y otra vez nuestra fe y nuestra vocación, nuestra decisión de ser discípulos de Cristo. Y eso, sólo podemos hacerlo desde el amor mutuo entre el maestro y nosotros.

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