domingo, 4 de mayo de 2025

DOMINGO 11 DE MAYO: IV DE PASCUA (CICLO C)

 
De santa Catalina de Siena a san Óscar Romero, pasando por el patrón del clero español, san Juan de Ávila (10 de mayo), han sido muchos y de muy fecunda estela los cristianos que vivieron su fe con un sentido pastoral de cuidado de la comunidad, entrega a la Iglesia y perfección personal convertida en acompañamiento y guía de sus hermanos. Sólo la unión con el que es verdadero y  único Buen Pastor, sólo sobre la base de una estrecha comunión espiritual y moral con Cristo se puede servir y animar a las comunidades. Hombres y mujeres, ministros ordenados, vida religiosa y laicos...; catequistas, voluntarios de Cáritas y servidores de la liturgia, la acogida y la intendencia de nuestras parroquias...; orantes, militantes, discretos, proféticos, perseverantes... Pero todos con una relación viva, directa y cordial con el único que vive para siempre en la intimidad trinitaria y nos da acceso a ella como puerta y buen pastor, el que nos conoce por nuestro nombre, Jesucristo.

LECTURAS

  • Hch 13, 14. 43-52. Sabed que nos dedicamos a los gentiles.
  • Sal 99. R. Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
  • Ap 7, 9. 14b-17. El Cordero los apacentará y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.
  • Jn 10, 27-30. Yo doy la vida eterna a mis ovejas

Nada menos que la vida eterna, y antes de morir, cuando escuchamos la voz autorizada del que nos conoce como nadie y seguimos al que nos guía caminando delante, pero sin dejarnos nunca de su mano, sin permitir que nada, ni siquiera morir, nos arrebate de su compañía: eso y nada menos promete Jesucristo, y no sólo es promesa, pues en su vida, pasión y resurrección lo ha experimentado por nosotros, con nosotros y para nosotros. Él nos da la vida eterna, que no niega la realidad de la muerte, pero sí su victoria sobre la unión con Dios que es la que no perece, la que supera las barreras del tiempo. Y todo eso nos reporta escuchar y seguir a Jesús porque el Padre se lo ha dado en la íntima comunión trinitaria que todo lo alimenta y sostiene, que acoge y trasciende todo porque lo anima desde dentro y la lleva a plenitud en su voluntad amorosa. No es un misterio oscuro e inaccesible, sino una experiencia de amistad y donación que podemos experimentar cuando siguiendo la voz del que nos llama nos atrevemos a darnos y, sin reparar en miedos ni cálculos, saboreamos la dicha de ser bondadosos y misericordiosos como Dios lo es. Más acá del velo de la muerte, hay experiencias de plenitud que anticipan de manera parcial y provisional lo que en Dios será completo e imperecedero. ¿tenemos motivos o no para amar, servir y perdonar?

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