Las miradas encontradas de los sesudos varones judíos, confrontadas, con una disparidad de motivos que las dispersan de la línea de fuerza que va de Jesús a Lázaro, de la mano indicativa del Señor de la vida a la mano menesterosa del que viene de la muerte y acepta el don improbable de la resurrección. Entre Jesús y Lázaro, la mirada es directa, sin desvíos ni distracciones. También las miradas de las dos mujeres, las hermanas, sí que se dirigen hacia la novedad del acontecimiento suplicado y concedido, pero no por ello menos sorprendente e inmerecido. Es el cariño de las hermanas y amigas de Jesús, y la ternura de Jesús por su familia elegida de Betania, los que sostienen la fuerza de la vida que los vuelve a reunir. Aquí no hay razón explicativa ni motivos que justifiquen el resultado inaudito del milagro, sólo hay amor, y fe por amor, y vida que por amor vence a la muerte.
LECTURAS
- Apocalipsis 21, 1-5a. 6b-7
- Salmo 24, 6. 7b. 17-18. 20-21 R/. A ti, Señor, levanto mi alma
- Filipenses 3, 20-21
- Juan 11, 17-27
Como a Jesús y las hermanas de Betania, Marta y María, lo que nos une en el duelo por nuestros difuntos es el cariño y la gratitud, la profunda vinculación que nos entrelazaban en un mismo destino y el desgarro de la rotura de ese dulce nudo que nos ataba con libertad y decisión a las personas amadas. Este entramado afectivo, esta historia de emociones compartidas y tiempo repartido a medias, prenden la llama inextinguible de la esperanza y nos iluminan la profunda realidad que resucita: el amor. El amor que Dios nos tiene vencerá las barreras que nos quieren separar del Él. El amor que Dios nos ha prometido y cumplido en la vida, muerte y resurrección de su amado hijo, sabrá encontrar el camino para llegar a nosotros y acercanos a su vida fuente de vida inmortal. Sí, es el amor y la amistad que Dios nos tiene lo que nos anima a creer en la resurrección. Y mientras llega la hora de que Dios haga realidad el encuentro con su plenitud, nosotros, como Lázaro, Marta y María en Betania, podemos, por la fe y la devoción, celebrar la vida presente en la tierna intimidad con el amigo que nos visita y nos honra hospedándose en nuestra casa.

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