La "religión a la carta" es una crítica muy frecuente por parte de quienes piensan que hay creyentes que acomodan demasiado la fe a sus preferencias. Y puede que sea así en ciertos casos. Pero, en un sentido más profundo y menos moralista, la fe sólo puede ser a la carta, en cuanto que debe personalizarse, debe responder a las circunstancias de cada persona, a la trayectoria de cada historia, a los condicionantes de todo tipo que hacen irrepetible a cada ser humano y su respuesta a la llamada personal de Dios. Por eso mismo, la conversión es intransferible, única para cada oyente de la llamada de Dios, tiene la huella digital y la herencia genética de la biografía del que está dispuesto a emprender el camino del seguimiento de Jesús y el encuentro con la fuente de vida auténtica, con el Espíritu de Dios. Lo cual no quita que, llamándonos Jesús para formar parte de su comunidad y compartir la común misión de anunciar el evangelio, la fe se vive en comunidad, por eso profesamos un credo común, celebramos la vida con los mismos sacramentos y hemos de ser unánimes en el amor mutuo y al prójimo.
LECTURAS
Juan, el Bautista, lo advirtió, es preciso convertirse para que el Reino de Dios no nos pase desapercibido, para que no pasemos nosotro de largo ante la oferta de vida plena y salvación que Dios nos ha hecho en su Hijo Jesucristo. Y el cordero de Dios, señalado por el profeta adusto que bautizaba en el Jordán, nos propondrá que le sigamos, que nos tomemos en serio la disyuntiva de vivir sólo para nosotros y así no vivir de verdad, o sentirnos amados por el Padre y amarnos fraternalmente, con aproximada generosidad a la suya. La proximidad del Reino de los Cielos impone una decisión que si la tomamos por miedo no nos saldrá con la libertad y la gratuidad que dicha invitación se merece. Pero, en cualquier caso, estemos atentos a los testigos de la riqueza de sentido y felicidad que vienen de Dios, porque sólo quienes la han experimentado pueden ponernos en la dirección de avistarla y lograrla. Así lo fue el Bautista para los contemporáneos de Jesús y así lo pueden ser para nosotros tantos hermanos que con su coherencia y espiritualidad son también señeros de la cercanía del Reino que Cristo nos alcanza.


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