DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA. HOJA DOMINICAL
DOMINGO 16 DE NOVIEMBRE: JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES
LECTURAS
- Ez 47, 1-2. 8-9. 12. Vi agua que manaba del templo, y habrá vida allí
donde llegue el torrente
- Sal 45. R. Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios, el Altísimo
consagra su morada.
- 1 Cor 3, 9c-11. 16-17. Sois templo de Dios.
- Jn 2, 13-22. Hablaba del templo de su cuerpo.
Es sabido por el cristiano bien informado que la Iglesia no son los templos, sino la comunidad de los creyentes que en ellos se reúnen, llamados por el Buen Pastor que no quiere que ninguno de los suyos se pierda. El propio Jesús, en uno de sus dichos que según la exégesis tiene visos de autenticidad histórica (Jn 2, 19; Mc 14, 58; 15, 29) había predicho la destrucción del templo y se había referido a él mismo como el templo de Dios que el Espíritu levantaría de entre los muertos. Y así lo repetía san Pablo con firme convicción: "¿Es que nos sabéis que sois templos del Espíritu Santo?" (1 Cor 3, a6 - 17; 6, 19). Para Jesús, Dios habita en nosotros. Pero, esos templos vivos y semovientes que somos los que seguimos a Cristo y por el Bautismo lo seguimos en Iglesia, en comunidad, si no se reúnen, si no coinciden para alabar a Dios y celebrar la vida nueva que nos ha dado en su Hijo, andan dispersos, perdidos, con el serio riesgo de que su fe se debilite, Y es que en el encuentro con los hermanos, además del alimento de la Eucaristía y los otros sacramentos, el testimonio compartido del esfuerzo de cada uno por perseverar y ser fieles, también nos fortalece, nos estimula en la dura peregrinación que es la conversión permanente a Dios.
En cada parroquia, ermita o santuario, oratorio o capilla, los cristianos nos reunimos para, como decía santa Teresa "hacerse espaldas unos con otros", para acompañarnos y confirmarnos en la fe. Por eso, el punto en el espacio y el tiempo que congrega a la comunidad presidida por el que a todos nos preside y nos sirve, debe significar la comunión que hace a la Iglesia, el amor y la fraternidad que expresan de manera viva y palpable que es Cristo el que nos llama, acompaña y nos envía. Porque si templo somos, lo somos como discípulos que, después de la asamblea litúrgica deben llevar el Espíritu que las habita, el Espíritu del Reino de Dios, a todas las áreas de la vida cotidiana. Nuestra presencia pública comprometida con los valores del Evangelio y en aras de una humanidad reconciliada, amplia el templo que somos para hacerlo universal, acogedor, inclusivo.


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