Quiere la tradición que la santa apóstola de los apóstoles acabara sus días de ermitaña. Y así es representada contemplando la muerte, recordando al que le diera vida. Por eso, la iconografía clásica la suele acompañar de los atributos de su condición eremítica, el crucifijo, la calavera, las Sagradas Escrituras..., pero en el caso de nuestra santa, que procede de las Carmelitas de Villarrobledo y tiene en sí misma casi tanta historia como la gran mujer que representa, hay un toque nostálgico y sensual, melancólico y ensoñador, como si supiera con los ojos del corazón y sintiera porque su corazón había visto, que la vida vence a la muerte cuando el amor del Dios amado llena la vida.
LECTURAS
- Cant 3, 1-4b. Encontré al amor de mi alma.- 2 Cor 5, 14-17. Ahora ya no conocemos a Cristo según la carne.
SANTA MARÍA MAGDALENA, DISCÍPULA DEL SEÑOR
Una mejor comprensión del discipulado de Jesús, conforme a
su variada presentación en el Nuevo Testamento, puede ayudarnos a ampliar y
profundizar nuestra comprensión de la Iglesia, de la fe y la vocación
cristiana. Si leemos con atención los evangelios (los cuatro), los Hechos de
los Apóstoles y las cartas, veremos que, lejos de una realidad uniforme y
sistemática desde el comienzo, hubo un progresivo desarrollo desde el hecho del
seguimiento de Jesús en vida del Maestro, hasta la configuración de una
estructura organizativa que seleccionaba y jerarquizaba los distintos carismas
y servicios en los que se concretaba y adaptaba aquel discipulado originario.
La figura de “la apóstol de los apóstoles” como la designara Rábano Mauro y recordara San Juan Pablo II (Mulieris dignitatem, 1988) testifica la variedad del apostolado que, más allá de la institucionalización de una de sus funciones -la capital o pastoral- en el episcopado, en principio englobaba hombres y mujeres con diferentes servicios, pero una misma vocación y misión de seguir y anunciar a Jesucristo. María Magdalena, junto con otras discípulas, no es sólo -y no es poco, aunque así fuera- la primera testigo de la resurrección del Señor (Jn 20), también lo es de su muerte en la cruz y del inicio de su misión en Galilea. Por todo ello, además de representar el papel constitutivo de las mujeres en el apostolado, apoya la visión sinodal de la Iglesia que ha potenciado el papa Francisco. Porque también los laicos, todos los bautizados, somos apóstoles, siempre y cuando, como Santa María Magdalena, sigamos de manera integral a Jesús, por todos los vericuetos de la evangelización, sobre la base existencial y mística de permanecer a los pies de su cruz y correr a anunciar su vida nueva y renovadora. Santa María Magdalena ruega por la Iglesia que ayudaste a que fuera comunidad de apóstoles, llamados y enviados, contemplativos del amado y mensajeros de su amor.
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