LECTURAS
- Gen 18, 20-32. No se enfade mi Señor si sigo hablando.
- Sal 137. R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
- Col 2, 12-14. Os vivificó con él, perdonándoos todos los pecados.
- Lc 11, 1-13. Pedid y se os dará.
A la petición de los discípulos para que Jesús, maestro de oración porque es un gran orante, les enseñe a orar, responde el Señor con el Padrenuestro. Pero no les enseña sólo una fórmula, pues la acompaña con la propuesta de una actitud que debe ser el criterio y guía, el manual de estilo y fundamentación misma de la oración y la espiritualidad cristiana: la confianza. Esta actitud es mucho más que una ciega resignación ante lo que venga, se trata del resultado propio de la relación amorosa con Dios. Solo si nos sentimos amados por Él y nuestro trato con el Amado es una verdadera amistad (No es otra cosa oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama dijo Santa Teresa) se basará nuestra oración en la confianza y, por confianza, escapará de la tentación de convertirse en un trueque de favores, espiritualidad y fe condicionadas por la obtención de lo que se pide. La confianza en Dios como prolongación de la experiencia de su donación y nuestra sincera aceptación de su entrega, es la base de una espiritualidad auténticamente cristiana y exenta de un pragmatismo interesado que puede acabar en una gran decepción y la ruina para la fe, el desencanto por verse defraudadas las expectativas de una oración interesada y finalista. Esta confianza tiene a su vez una secreta sabiduría por la que el creyente sabe en lo más profundo de su alma que Dios, como bien dice Jesús, siempre nos dará lo que más nos conviene, no tanto por el resultado último de lo que hemos pedido, sino por la experiencia de que salgan las cosas como salgan, Él estará siempre; y después de todas las circunstancias, sean cuales sean sus consecuencias, Dios nuestro Padre estará también y estará para siempre. Y esa será la gran -más grande que todas nuestras peticiones- respuesta de Dios a nuestro diálogo amoroso que es la oración.
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