LECTURAS
- Jer 38, 4-6. 8-10. Me has engendrado para pleitear por todo el país.
- Sal 39. R. Señor, date prisa en socorrerme.
- Heb 12, 1-4. Corramos, con constancia, en la carrera que nos toca.
- Lc 12, 49-53. No he venido a traer paz, sino división.
"La carrera que nos toca", dice el autor de la Carta a los Hebreos, es el esfuerzo sostenido para convertirnos, no solo mental o idealmente, sino existencial e históricamente, personal y en comunidad, en la nueva humanidad que Jesucristo hizo realidad con su vida entregada. Esa es la guerra a la que Jesús se refiere cuando dice que "no he venido a traer paz, sino guerra". Aquí, la guerra es contra lo que, dentro de nosotros, se resiste a que despunte una nueva manera de entender el fin de la vida, incluida su finalidad (amar), pero también sus medios (servir, perdonar) y sus riesgos: la incomprensión, la dificultad de ir contra corriente, no sólo de los valores y modas de este mundo, sino también contra nuestras propias pulsiones por tener, ser más que los demás, aparentar lo que no somos, pretender ser felices sin o contra los demás. Por eso, esta "carrera que nos toca" indefectiblemente distigue, separa modos distintos de vivir, opciones contrapuestas. Pero no es un efrentamiento violento o por la fuerza, "el padre contra el hijo, el hijo contra el padre..." sino el consecuente contraste fruto de las elecciones que cada uno tomamos.
Ser cristianos debería ser convertirnos en testimonios vivientes y sugerentes de otra forma de vida; y la Iglesia, cada una de las comunidades de este "pequeño rebaño" debieran ser muestras creíbles y atractivas de una alternativa de vida, la vida que hace posible la paz, la vida de los que creemos e intentamos vivir que somos hermanos.

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